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Este blog esta escrito por una mujer. Cómo toda mujer, del planeta Venus, soñadora y con gran imaginación. Quien solo intenta poner en orden las ideas que como mariposas aletean en su cabeza.

jueves, noviembre 27, 2008

Inmaculada Concepción

"...El silencio es mágico... a lo lejos solo se puede oír el aleteo de bellas palomas, y risas de niños. Sonidos como de un sueño, esos sueños donde todo es hermoso.


Me encanta jugar con ese silencio, se crea un ligero eco, y con solo murmurar, sientes que tu voz revolotea entre los muros, atravesando los rayos de luz que llegan a salir de entre los rincones..."
La majestuosa catedral de la Inmaculada Concepción, imponente ante mi, con sus mas de 300 años, con sus dos enormes torres, y sus gigantescas puertas de madera; siempre ha sido un verdadero gusto entrar a ésta iglesia, desde niña me gustaba venir acompañada de mis padres... a oír misa decian ellos, realmente para mi, eso era un gran paseo.

Entro, sinceramente nadie ha notado mi presencia, es penoso, pero realmente la mayoria de la gente, acude aquí, solo cuando necesita un favor, algo de verdad importante.

La gente esta demasiado ocupada con sus rezos, plegarias llorosas, y arrepentimientos de todo corazón. Créo que nadie nota mi presencia, soy totalmente indiferente. Cómo todos, he venido a platicar con Dios.

Es extraño, pero al estar aquí me siento tan pequeña, y al estar frente a la mirada profunda de Jesucristo, me siento tan culpable...

Todo es tan hermoso, como si cada cosa fuese hecha a mano. No me siento conocedora de arquitectura, pero ésta Catedral, no le pide nada a las grandes contrucciónes famosas de otros países.

La entrada principal es gigantesca, ahí en la entrada, puedes escuchar a los globeros còmo silban ofreciendo sus grandes globos, las risas de los niños que corren alrededor de las fuentes, el vuelo de las palomas, pero tambien puedes sentir el silencio, y la paz que se despide desde dentro.

Nunca he estado muy conciente de las proporciones, ni idea de cuantos metros tendrá de altura, pero de que es grande, es muy grande.

Me quedo alli parada, admirando cada cosa, cada detalle, volviendo a observar ese cristo sujeto a su cruz, posado en el altar mayor, con sus grandes columnas doradas a los lados, atravesado por un ligero rayo de luz que débil se cuela por la cúpula mayor.

Medito en silencio; me da miedo que se escuche mi respiración, y rompa el silencio que ensordece mis oidos. Camino a la izquierda, y encuentro una María que le llora a su Jesús muerto en la Cruz. Me persigno y un suspiro se escapa de mí. ¿Que sería de mi, si algo semejante le pasára a mi hija? Mi respuesta inmediata: moriría.

Continúo por el pasillo de la derecha. A lo largo, 3 capillas, y una puerta. San Judas Tadeo, La Virgen del Carmen, San Martín de Porres, y otros tantos santos; unos muy milagrosos, dice la gente, otros muy olvidados.

Y justo al lado derecho del altar mayor, La majestuosa Virgen de La Soledad, toda vestida de luto, con su rostro lloroso y sus lagrimas cristalinas. La leyenda cuenta que fueron los mismos ángeles, quienes bajaron del cielo a hacer su figura. Al mirarla de frente, y verla profundamente, en el silencio tan vacío, es como si se escuchara su murmullo de tristeza, su lamento de dolor, esa pena que esconde su rostro. ¿Que dolor más grande, que el de una madre al ver morir a su hijo?



Y sin olvidarme de la morenita del tepeyac, ese gran cuadro que cuelga al final del pasillo izquierdo, mi guadalupana, si no ha de ser ella, de todos los santos, la preferida por dios.
Por confusa adoración quiza, la vemos plasmada en caricatura ahora, en carteras, bolsas, playeras, libretas... pero ahí ésta justo como se le apareció a Juan Diego un 12 de Diciembre. Al verla, solo me queda darle gracias, gracias por todo lo que tengo, y que quizas no me he ganado, ni lo merezco.
Y al lado izquiero del altar, la capilla del sagrario, un sitio más que sagrado, con sus pasillos forrados con alfombras rojas, con sus estructuras en Plata traída desde Belgica, con sus dos angeles custodios al lado sosteniendo una luz. Con Dios en toda su omnipotencia. ¿Que poder decirle, si el lo sabe todo, mis alegrias y mis fracasos?, ¿Que poder ocultarle, si soy un libro abierto a sus ojos? Una reverencia, una plegaria, y un profundo arrepentimiento. No tengo más que dar.

Nisiquiera me atrevo a entrar; continúo.
Cuando no hay mucha gente, y estas frente a la figura de un santo, es como si en cualquier instante fuera a cobrar vida, sus rostros serenos, sus ojos profundos, y en seguida, el vuelo de una paloma… algunas viven allí dentro; otras entran de vez en cuando un tanto confundidas a posarse encima de los candelabros, que inmoviles cuelgan llenos de cientos de cristales…

El silencio con destellos de ecos, los murmullos de oraciones, la visión de luz tenue, y el miedo de que se oigan tus pasos, desaparece cuando cruzas la puerta. Salgo, y el sol calienta mi cuerpo casi enseguida, el rocío del agua de la fuente llega hasta mí, y las ramas de las jacarandas bailan un vals. Es como si Dios, me diera su bendición, y sellaramos un pacto entre los dos.

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Un regalito precioso de Chío Padilla