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Este blog esta escrito por una mujer. Cómo toda mujer, del planeta Venus, soñadora y con gran imaginación. Quien solo intenta poner en orden las ideas que como mariposas aletean en su cabeza.

miércoles, julio 01, 2009

Las tijeritas...

Luego de la tormenta...

Cómo ya les había platicado, tiendo mucho a llorar. Y sobretodo cuando tengo una presión tan grande, llega una depresión igual de grande. Y ahora atravieso por una gran presión acompañada de su respectiva depresión, pero bueno, el caso es que preguntandole -a todo el mundo- si existe algo mágico para estar tranquila, aparte de llorar toda la tarde y luego dormir, o de un oriental Dalay... La abuela -otra vez, y como siempre- me sorprendio con su genialidad...

Pues resulta que, según ella, -y los antiguos dioses... (jeje)- Cuando alguien está muy nervioso, presionado o se siente mál espiritualmente, solo basta acostarte a dormir tranquilamente con unas tijeras abiertas bajo tu almohada -que según ella, ahuyentan las malas vibras y los malos espiritus, protegiendote y relajandote, para que puedas dormir tranquilo como bebe- Ó de manera más fácil, ir y tirarse bajo un arbol de zapote negro, pues éste de igual modo te relaja y controla tus nervios.

Ahora me digo yo, si pongo mis tijeras bajo mi almohada, y a como duermo yo; capaz que amanezco con las tijeritas enterradas en alguna parte del cuerpo, y ahí si quedaré pero bien relajada... O si voy a tirarme bajo de un arbol de zapote negro, lo más seguro que con estas condenadas tormentas electricas, lo que me relaje va a ser el aguacero o un rayo que me caiga encima.

Así es que por lo pronto, continuaré con mi técnica: llorar y dormir. Hasta ahora me ha resultado muy efectiva y sobre todo, nada peligrosa. Pero de todos modos ¡Gracias abuela!

1 comentario:

Chío Padilla dijo...

Tu abuelita es genial!!! Y la manera que tienes de narrar las cosas me encanta!!! Vale la pena probar lo de las tijeras, quizá pegadas con diurex al colchón para evitar suicidios involuntarios, un abrazo Venus, con mucho cariño.



Un regalito precioso de Chío Padilla