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Este blog esta escrito por una mujer. Cómo toda mujer, del planeta Venus, soñadora y con gran imaginación. Quien solo intenta poner en orden las ideas que como mariposas aletean en su cabeza.

martes, marzo 01, 2011

Lagunilla

Seis de la mañana, y lo curioso es que tengo que atravesar toda la ciudad, desde mi casa hasta la central de autobuses. El frío se mete hasta el tuétano. Llego a la central, y espero... y espero... y el autobus que me llevará a mi destino por fín anuncia su partida. No es un autobus de lujo, vaya! nisiquiera tiene completos sus cristales, me subo, pago mi pasaje diciendo el nombre de mi destino y enseguida el chofer me dice: -¿Es ustéd maestra?- Es inevitable reírme, y le contesto que sí con la cabeza. Me dice que no me preocupe, que en 50 min. estaremos ahí.

Y empieza el viaje, y vuelvo a atravesar toda la ciudad de nuevo, pero ahora hacia el norte.De pronto el autobus se desvía por un caminito de terracería, y empieza el verdadero viaje. Solo puedo ver metros y metros de terreno con cañales con una neblina ligera, cómo de esa de historias de terror, y a lo lejos el monstruo con su arma mortal -bueno, sólo eran campesinos que a esas horas ya iban cómo por la segunda hora de trabajo- de pronto siento cómo el autobus empieza a descender, me asomo por la ventana y sólo puedo ver un grandisimo barranco al que no le veo el final. Y me aterroriza ver los neumáticos de mi vehículo al borde del precipicio. De pronto, después de diez minutos bajando en circulos cómo tobogan, el autobus se detiene, y me percato de que está a punto de cruzar un puente; un puente donde apenas cabe un sòlo auto, deja pasar al auto que venía en sentido contrario y avanza él. Mientras cruza el puente mis ojos se maravillan con un río hermoso lleno de rocas redondas y lisas, de esas, donde -según pláticas con la abuela- se usaban para lavar ropa. Abro la ventana para sentir la "brisa matutina" y me pega el aire helado de frente. Grave error... mejor vuelvo a cerrar XD. Y el autobus ahora empieza a subir...

...Después de algunos minutos llegamos a un lugar... El olor a lumbre de leña deleita mi olfato, imaginando las tortillas recien salidas del comal. Las casas pequeñas con su hermosa fachada colorida, y sus grandes patios con tejas, y alrededor un jardín gigante con su cesped bien podado y sus plantitas con florecillas de colores... Todas las viviendas del mismo estilo...

Salimos del poblado y empieza a subir -aún más- el autobus. Curvas y curvas en ascenso, y la neblina cada vez se hace más densa. No logro ver mucho, pero logro apreciar una montaña de la que no se vé la cúspide pues una nube gigante la tapa cual algodon blanco. Sin avisar siquiera, el autobus dá un giro casi completo e inicia -para mi sorpresa- a subir justo esa montaña. Mi sonrisa se desborda, y empiezo a ver cómo nos vamos sumergiendo en esa gran nube de algodón... El autobus se detiene, para permitirle a unos chiquillos -que van con apenas un sweter encima, y los zapatos llenos de lodo- que se orillen para que él pueda pasar. Gran valentía de esos pequeños caminar en aquella cuesta empinada, a tales horas, con aquel frio, suponiendo de mi parte que se dirigian al mismo sitio que yo: La escuela de Lagunilla. Sin querer, recorde a mi hermano que a esas horas aún estaría durmiendo caliente en su cama, para variar se pararía tarde, y tomaría un coche, para llegar rapido, a pesar de que su trabajo está a escasos 5 min de la casa a pie... En eso estaba, cuando la voz del chofer me interrumpió: -Ya casi llegamos, no se preocupe! :D-

Y en efecto, pocos minutos restaron para que llegara... El chofer me mostro donde estaba la escuela, y me dijo que tenía suerte, pues antes el camión no llegaba hasta ahí. Me bajé del autobus, y me quedé ahí, dentro de esa gran nube blanca... Viendo lo que no se ve todos los días, pero que de ahora en adelante... yo sí vería...

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Un regalito precioso de Chío Padilla